lunes, 16 de febrero de 2009

La Posada de Juan Matalbatz

Eran las cinco de la tarde y Mateo ya iba tarde a su cita mensual de ventas con don Israel Actún, el comerciante más prominente de San Pedro Carchá. Con las primeras lluvias de mayo el pequeño Subaru se deslizaba a lo ancho del precario camino. Por más que lo intentara no dejaba de pensar que en cualquier momento el carro podría derrapar, hacerle salir de la vía y caer al precipicio, nadie le encontraría nunca. Eso le perturbaba. Pero más le perturbaban los rumores de que en toda Alta Verapaz no quedaban habitaciones disponibles para pasar la noche, a excepción de La Posada de Juan Matalbatz, hotel que, según don Israel Actún, estaba endemoniado.

Al pasar por el parque central de Cobán, ciudad que antecede a San Pedro, Mateo entendió porqué no habían habitaciones en el área, el Presidente había decidido mudar por dos días su gabinete de gobierno a la ciudad de Cobán, otra brillante idea. Eran las seis con diez minutos cuando Mateo entró a la Abarrotería San José. Don Israel Actún estaba sentado en su escritorio de costumbre. Con un vistazo a su reloj reprobó su tardanza. Trabajaron en el pedido para el próximo mes al calor de un té con miel y menta que doña Erma de Actún, les sirvió en pocillos de barro.

Al terminar, don Israel comentó la ausencia de hospedaje debido a la visita del Presidente, haciendo notar con una sonrisa socarrona que el único hotel con habitaciones disponibles era La Posada de Juan Matalbatz, incluso doña Erma, católica devota que iba a misa todos los días diecinueve de cada mes en honor a San José el patrono de su negocio, se persignaba cada vez que se mencionaba el nombre de Juan Matalbatz y no dejaba de decir “ixcamic”. Mateo se quedó frío cuando don Israel Actún le dijo que ese vocablo indígena significaba muerte. Dejó al matrimonio Actún a eso de las nueve de la noche y después de cenar se dirigió a La Posada de Juan Matalbatz para conseguir una habitación, la otra opción era dormir en el carro pero el frío del altiplano por las noches es cruel.

Llegó al hotel y en efecto había espacio, de hecho el hotel estaba vacío, todas las habitaciones estaban disponibles. La Posada de Juan Matalbatz, una casona antigua de dos niveles con patio central y cuartos alrededor, era hace 450 años el hogar del cacique más poderoso de San Pedro Carchá, quien durante una revuelta en aquel tiempo murió a manos de otros indígenas por haberse convertido al cristianismo y haber negado a su dios Tzul-tak'a. La leyenda, según don Israel Actún, cuenta que la gente entró a la casa por la noche, mató a los sirvientes y encadenaron a Juan Matalbatz a su cama mientras se turnaban para darle golpes uno por uno durante toda la noche, murió muy lentamente. Dicen que por las noches se oye ruido de cadenas.

Mateo se acercó al mostrador. Detrás de este se encontraba un indígena de unos sesenta años. El taciturno recepcionista asignó a Mateo la habitación numero tres. Subieron las escaleras que daban acceso al nivel superior. La madera crujía en cada escalón. El viejo se detuvo frente a una antigua puerta de cedro, sacó de su bolsillo una llave de hierro oxidada e introduciéndola en el cerrojo abrió la puerta. Mateo entró en la habitación. Era grande. Tenía una cama de madera, un escritorio antiguo y una chimenea que no había sido encendida en siglos. En la pared había un óleo antiguo de un indígena imponente con ropa de ladino. Mateo se preguntó si era Juan Matalbatz.

A Mateo le costó conciliar el sueño. Durmió muy inquieto, soñó con antorchas, con muchedumbre enojada, gente gritando y subiendo escaleras, haciendo mucho ruido, ruido de cadenas, alguien le tomaba de pies y manos, gente gritando en idioma indígena, cuando Mateo abrió los ojos lo último que vio fue el rostro cenizo de un indígena enfurecido que al mismo tiempo que empuñaba un garrote gritaba “ixcamic”.

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